jueves, 21 de enero de 2010

Quisiera...


A veces quisiera tener cámaras en los ojos.

¿Cómo si no podría tener para siempre la expresión de infinita felicidad de Valentina, acercándose a mí con una caja enorme que a duras penas puede cargar?, ¿cómo si no podría registrar su vocecita diciendo "feliz cumpleaños, papito"?, ¿hay alguna forma de que pueda ver luego cómo me ayuda a rasgar el papel de regalo porque yo no podría sin su ayuda?, ¿podría ver yo de nuevo sus hermosísimos ojos abriéndose redondos y grandes mientras descubro en la caja un par de zapatos?


Evelyn dejando que todo pase, aunque la otra caja de zapatos sea, según Valentina, regalo de Julito; pero él todavía no tiene conciencia de los días.  Valentina reclamará luego a su mamá porque ella no me dio regalo.

La felicidad es ese breve momento en que todo parece estar en equilibrio. Este momento es de una felicidad absoluta. Mis hijos junto a mí, mi Eve junto a mí. Los cuatro completamente felices. En este momento, al amanecer, nada hay mejor, ningún lugar más acogedor que esta cama en la que todos nos apilamos. El mejor cumpleaños de mi vida. Quisiera tener este momento para siempre. Quisiera estar siempre así, o por lo menos, quisiera poder revivir este momento siempre.

Quisiera tener cámaras en los ojos.


lunes, 18 de enero de 2010

Domingo

Yo no sé qué bichito les ha picado a mis hijos que este fin de semana se me han pegado como abejas a la miel. Yo, por supuesto, estaba feliz, aunque ello me llevara a consentirles cosillas que normalmente no deberían; en fin, por engreidor no he de ser mal papá. Del sábado no quedó mucho porque tuvieron control médico: los dos bien, pero Valentina baja de peso (esto no es novedad) y vacuna para Julito.

La cosa vino el domingo. Los dos ignoraron a su mamá casi por completo para estar colgados de mis brazos casi desde el amanecer. Desayuno con chicharrones a mi cuenta porque perdí una apuesta y luego a jugar dando vueltas todo el tiempo, ante la alarma de su mamá porque no se vayan a caer, o se le sale a Julito el desayuno por estar girando como loco.

Pero la diversión terminó temprano, el pobre de Julito hizo la fiebre ya prevista a causa de la vacuna. Y él, que de suyo es malhumorado, se puso insoportable. Aquí sí se acordó de su mamá. Pero Vale no se olvidó de la visita prometida a la vaca, así que los dos fuimos a la Granja Metro.

Así sin querer queriendo, o mejor dicho, sin haberlo planificado, he pasado un gran momento con mi Valentina dando de comer a chivos y carneritos, mirando cerdos y patos, y la vaca, por supuesto, que dio lugar a este curioso razonamiento:

- Papito, ya sé porqué hay leche en Metro.
- ¿Por qué hijita?
- Porque hay una vaca. Y las vacas dan leche. Pero como la vaca está sucia hay que limpiar la leche y así la podemos tomar. Ay, qué bueno que haya una vaca aquí.

Y pasando al hecho, fuimos también por la leche. Cuarenta y ocho cajas de leche evaporada son las que se toman mis dos cachorros al mes (ahora que lo pienso, pues no estaría mal tener esa vaca, jeje). Ya enla caja del súper tuve que esconder una caja de jugo de durazno, que Valentina había cogido para aplacar la sed. Y no la escondí por tacaño sino porque las 48 cajas de leche pesan casi 20 kilos que yo solito tenía que trasladar una vez que dejáramos la comodidad del carrito de compras; ya se ve que agregar un kilo y medio más de jugo de durazno no era una perspectiva que me animase.

Luego, con mis cajas de leche hicimos una visita a los juegos de siempre: sube y baja, castillos, resbaladeras y cama saltarina (o salta-salta, según Valentina). Aquí viene el jugo. Lo buscó en las bolsas y no estaba.

- Seguro la chica de la caja se lo escondió. Vamos a reclamarle, papá.

En el camino a reclamar encontramos un puesto de chicha, así que bebimos una hasta quedar con bigotes morados. Ahí se olvidó del jugo y pude llamar un taxi; adivinen qué vino: un VW escarabajo. Auto lindo si los hay, pero ahora prohibidos para taxi. Bueno, igual subimos. Valentina al verse adentro me dijo:

- Papito, es la primera vez que me subo a un huevito.

En casa Julito ya estaba mejor, pero desganado aún. No tuvo ganas de triciclo, pero Vale sí que pedaleó duro en su bicicleta. Yo le quité las rueditas de apoyo, pero aún no está lista para eso y las volví a poner. No duramos mucho en casa y nuevamente me fui con Vale a dar un paseo, del que regresó con un libro nuevo, y un rompecabezas para su hermanito.

En la noche, mientras la acompañaba para que se duerma, le dije:

- Hoy fue un día muy lindo, ¿verdad?
- No. Este día no fue lindo, no me gustó.
- ¿Por qué hijita?
- Porque la chica de la caja se robó mi jugo.
- Tengo una idea. Vamos a rezar para que la señora que apaga la luz nos traiga otro jugo, ¿ya?
- Ya.

Y rezamos. A la mañana siguiente, debajo de su almohada, estaba su jugo. Y en su rostro, su sonrisa.


P.D.

En otro post contaré quién es la señora que apaga la luz.



miércoles, 6 de enero de 2010

Bajada de Reyes

Anoche, mientras apuraba los últimos asuntos del trabajo antes de salir, timbró mi teléfono.

- No compramos ningún regalo para los chicos-. Era Eve.
- ¿Y por qué debemos comprar regalos?
- Por bajada de Reyes. Valentina ha puesto sus botas debajo del árbol de navidad, también los zapatos de Julito y ha escrito una carta. ¿No les puedes comprar algo?-. Di un suspiro.
- Sí, acá cerca hay un Metro.

A mí no me gusta recibir encargos de Eve porque siempre me sale mal; pasa en cualquier situación: con comida, con mandados en el mercado, hasta con ganchitos de pelo. Sospeché que esta vez no iba a ser distinto, pero de todos modos me comprometí a buscar el encargo: para Vale, Alicia en el país de las maravillas, de cierta edición que yo ya conocía. Para Julito, rompecabezas de madera de 10 piezas y alto relieve.

De modo que fui a Metro en busca de los regalos, pero ese mercado (el que está en Gregorio Escobedo) no tiene una sección de libros. Hay que ver lo bien surtida que está de cervezas y de vinos, pero libros, ni uno sólo. Abandoné ese lugar y caminé las 5 cuadras que la separan de otro Metro, el de Pershing, pero allí los libros se reducen a tonterías para dummies, comequesos y porquerías de autoayuda.

Al final, un negocio cerca de la casa tuvo el libro buscado, pero no conseguí un rompecabezas para Julito. Llegué a la casa y Eve me recibió con tartas de manzana con café, todo un manjar para mí. Vi los zapatos de mis pequeños en el arbolito y la carta, junto a un plato con galletas y un vaso de leche, para los Reyes. Eve me dijo que ya no le dejó a Vale poner agua para los camellos.

Me dirigí a la cocina en pos del postre, y ya atacaba el primer pedazo cuando Eve vino a reclamarme por el horrible libro que había comprado. Resultó que no era el que quería Vale, que ese no sirve, que no le va a gustar y etc., etc. Toda defensa fue inútil. Bueno, de todos modos, ya sabía yo que pasaría esto.

¿Y qué, se quedaron sin regalos? Nones, Eve salió a buscarlos por sí misma. Nos quedamos Julito y yo... y las tartas.

A la mañana siguiente, o sea hoy, Valentina corrió al árbol, vio que habían desaparecido las galletas y la leche y, a cambio, los zapatos estaban llenos de chocolates, caramelos y dos regalos. El de Vale, una pistola que dispara burbujas de jabón. El de Julito, un tablero con formas geométricas. Y en el nacimiento, tres Reyes Magos que no estaban la noche anterior miraban el pesebre.


lunes, 28 de diciembre de 2009

Navidad, Navidad, blanca Navidad

Este fue la primera Navidad que Valentina pasó despierta. Y Julito también. Es que los pusimos a dormir a las tres de la tarde, aunque no quisieron, pero durmieron casi cuatro horas para que no les ganara el sueño antes de medianoche. Y funcionó. Valentina había escrito una carta a Santa Claus con la lista de regalos que quería recibir, y escribió otra por su hermanito, que aún no escribe, con otra tanda de juguetes. Pobre Santa, con esa lista debe haberse quedado en bancarrota, jeje.

En fin, no pudo ser todo lo de la lista porque los regalos ya los teníamos pensados, aunque tratamos de acomodarlos lo mejor posible para que Valentina no notara la diferencia. A ver, Ken, el novio de Barbie, ya; un micrófono, ya; una muñeca cuyo nombre ignoro, no está, pero hay otra cuyo nombre también ignoro que es igualita y me vino de regalo en el trabajo. Y finalmente, no está la muñeca de Dora, La Exploradora que baila, canta y hace no sé qué más porque sencillamente no se vende en Perú, o la venden de segunda mano y a cambio de un ojo de la cara. Nones, hijita. No hay. Con esto se completó la lista de Valentina. Aparte recibió regalos del resto de la familia: muñecas, un castillo, ropa y un órgano. ¡Un órgano! Ya Eve me dijo que había que buscar dónde dan clases de órgano...

Julito, por la edad, claro, no estuvo tan exquisito con los pedidos. Valentina le hizo la carta a Santa Claus, pero no se ocupó de verificar si los juguetes eran o no eran los de la lista. De todos modos, me gustaron más los regalos de Julito: dos barquitos para armar y desarmar; un juguete de esos en los que presionas un botón y sale un perro, jalas una palanca y sale un gato, giras una perilla y sale una vaca, bajas una palanca y sale un pollo; una cabeza de Mickey Mouse para aprender los números del 1 al 5 y algunas cosas más.

¿Y los regalos para los papás? Bueno, yo no tengo muy arraigada la tradición de dar regalos, así que de buscar los regalos para los chicos se ocuparon ella, doña Nilda y Koki, que para eso tienen paciencia, pero compré un alisador y un rizador de cabellos para Eve y di en el clavo porque hacía tiempo quería uno de esos aparatos, sobre todo el rizador. Ya tiene los dos.

A mí, bueno, me regalaron una taza para tomar mi café con un mono de peluche dentro. Para mí, más que suficiente.

A la medianoche subimos a la azotea para ver los fuegos artificiales que están por toda la ciudad. Yo también encendí algunos, pero el mejor espectáculo era ver la sonrisa de mis hijos, maravillados con las luces de colores elevándose por todos lados, y estremecidos con el estruendo de los cohetes, bombardas y demás artefactos prohibidos. No tardaron mucho más en caer dormidos. Nosotros tampoco, la verdad.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Visita a la psicóloga

Evelyn me acaba de llamar y contar que ha llevado a Valentina a la psicóloga.  Su frase fue: me he quedado con la boca abierta.  Y no me dijo más.
Qué manera de dejarme en ascuas.  Dice que no es nada malo, pero yo creo que tiene que ver con mis prolongadas ausencias de casa en la semana, por causa del trabajo.  Imagino que mis esfuerzos para compartir más tiempo no dan resultado.  Seguimos con la Hora del Juego, yo sé que no basta pero de veras no puedo hacer mucho más.
Puede también que no sea nada de esto y la nena esté estresada por otra cosa.  Pero, ¿qué puede estresar a una niña de 4 años?  Acaso su hermanito, acaso su mamá, o su nana (que ya está a punto de ser cambiada, dicho sea de paso).  Todo puede ser, pero creo que la razón principal es que no ve a su papito más de una hora al día, cinco días a la semana.  Y claro, por eso esta semana ha estado portándose mal.  Ella, que es un ángel, maldiciendo (!) a su nana, y diciendo que odia a todo el mundo (!!), gritando que desea no tener hermanito y otras barbaridades que nunca ha dicho.  Pero no dice nada de mí. Y por eso mismo creo que soy el culpable.
Qué mal me siento.  Se me parte el alma al pensar que le puedo estar causando daño a mi hijita adorada, a mi Dodita, a mi Valentina.  Yo sé que ella no entiende lo que le pasa.
Basta por hoy, me voy a casa a averiguar qué pasa.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Título en blanco, je


A ver, a ver, la página en blanco que dizque atormenta a todos los que escriben algo.

Pues no a mí.

Si no tengo qué escribir, pues escribo que no tengo nada que escribir, y estoy escribiendo algo. Así es, ahora tengo un rato libre en el trabajo, pero no tengo tranquilidad suficiente para concentrarme en un tema; quiero escribir, pero la mollera está vacía.

Podría anotar algo del martes, cuando aprovechamos el feriado y armamos en casa el arbolito de navidad. No hubo fotos porque mamá -la Abu, para ustedes, hijos- fue a Cuzco y se llevó la cámara. Tampoco sirvió la filmadora porque en el cumpleaños de Vale usé la última cinta disponible y no he comprado otra, ni he borrado alguna antigua, porque desde el 2005 postergo, por un motivo o por otro, la tarea de pasar las cintas a DVD y reutilizarlas, de modo que tengo un cajón lleno de cintas que tampoco veo porque estoy decidido a editarlas y se posterga por un motivo o por otro y....

Mejor anoto que el fin de semana todos en la casa estuvieron con los mocos colgados porque doña Nilda trajo una gripe que dejó fuera de combate a Julito todo el sábado. También Eve y Solange -la nana- se contagiaron y parecía que Vale y yo nos íbamos a librar de la antipática pero el domingo en la noche mi Vale también estaba enferma. De modo que sólo yo he permanecido inmune. Pero con mocos y todo armamos el arbolito el martes.

Para entonces Julito ya estaba mucho mejor y estuvo con las pilas recargadas. Mi hijo se aviva más cada día. Y es bien travieso. Justamente, con ocasión del árbol, él retiraba las bombas que Valentina colgaba para quedarse con ellas, aunque no podía apilar más de cuatro en sus bracitos. Además del enojo de Valentina porque le arruinaban 'su decoración', se enojaba él de la impotencia al ver que las bombas se le caían sin remedio. Mi pobre hijo acabó por perder el quicio y, tirando todo, buscó consuelo en su mamá. Pero Julito también es tierno y amoroso. Así como le quita a Valentina el lápiz con el que escribe o le arruga el papel en el que dibuja, también se acerca a ella y la abraza fuerte diciéndole "nana", por ñaña. Le gusta lanzar besos volados a todo mundo y, cuando está en brazos de alguien, se apachurra y da besitos. Cuando oye el sordo ruido de la llave ingresando a la cerradura sabe que soy yo que llego y grita ¡Papá! y, acto seguido, deja lo que esté haciendo y corre a la puerta, riendo a carcajadas y aplaudiendo. Si no fuera que soy, según Eve, un poco frío de sentimientos, diría que me derrito al verlo así.

Pasado mañana, el sábado, armaremos el nacimiento. Y es casi seguro que no quedará pieza de cerámica entera con el chiquitín 'ayudando' allí. Pero esa es otra historia. Para entonces seguro tendré algo en la tutuma, no como ahora, que no tengo nada que escribir.


miércoles, 25 de noviembre de 2009

¡Cumple de Valentina!

No te acuerdas de ese día.  No, qué te vas a acordar.  No sabes que la tarde anterior yo iba saliendo del trabajo cuando recibí un mensaje:  "amor, creo que es hoy, me duele un montón".  "Ya voy", contesté.  Mi corazón latía más fuerte por la ansiedad.  Cuando llegué a la casa las contracciones eran más frecuentes y dolorosas y casi no hubo sueño esa noche; felizmente doña Nilda estaba allí con nosotros y se la pasó en vela.  Yo, en cambio, no pude soportar la vigilia y debo reconocer que dormí la mayor parte del tiempo.

A las cinco de la mañana ya no era posible esperar más y salí a buscar un taxi, pero no te puedes acordar de eso.  Tu memoria seguro estaba más ocupada en olvidar la sensación del dolor que en registrar el camino.  Nos habían dicho que las contracciones duraría unas 12 horas, había tiempo para que alguien nos alcanzara la filmadora que había comprado con el único fin de registrar en video el nacimiento.  Mal cálculo, pasadas las 8 ya estábamos en la sala de partos, y unos cuanto minutos después, a las 8:34, hace cuatro años, naciste tú, mi amor.  Pero seguro tampoco lo recuerdas.

En cambio, yo no lo puedo olvidar.  Cada detalle de tu nacimiento está grabado con buril en mi memoria.  Hoy, hace cuatro años, a esta hora -poco más de las 8:00 PM-, toda la visita se había ido, tú estabas dormida en la cuna, y mamá y yo nos disponíamos a descansar en nuestro primer día de padres.  Si hubieses visto nuestras caras, felices de tenerte pero asustadas por el futuro, sí que lo recordarías.


P.D.

Valentina, no sabes... Mamita y yo hemos decidido -y aleccionado a toda la familia-, de que por nada del mundo te recuerden que tu cumple es hoy.  ¿Por qué?  Pues porque hace tiempo esperas esta fecha para disfrutar de la fiesta y si notas que es hoy, pues querrás la fiesta, torta, regalos y piñata hoy.  Y la fiesta es el sábado.

Igual has notado que mamita y yo te cubrimos de besos al despertar, y te cantamos "Las Mañanitas", y te abrazamos más que otros días.