domingo, 18 de diciembre de 2011

La fiesta de graduación

¿Graduación? ¿Del nido? Pero si sólo pasa de inicial a primer grado. Cosas como estas pensaba yo desde casi inicios de este año, cuando se discutía la formación de comisiones de mamás (del cual Eve resultó Presidenta) y programa de actividades para la promoción del salón de Valentina. En el camino hubo parrilladas, rifas, sorteos, bingos, venta de gaseosas y demás. Yo insistía a Eve que mejor pusiera el dinero que le tocara y listo; pero ella decía que mejor era participar.

Por fin, la semana pasada era la última de actividades. Hasta último momento Eve estaba preocupada; que el local tenía malos antecedentes, que los anuarios no estaban listos, que los arreglos finales, etc., etc. Yo tuve poca participación en estas actividades, por no decir ninguna. Como mucho las acompañé a conversar con el dueño del local a exigir garantías para que la ceremonia empezara a tiempo y saliera bien.

El jueves 15 de diciembre, por fin la fiesta. Yo había apurado las cosas del trabajo para salir justo a tiempo, llegar a la casa a las seis o poco antes, cambiarme y salir al local. La ceremonia comenzaba a las siete. Pero Eve me llamó y me pidió que fuera al centro de Lima a reclamar los anuarios. ¡Al centro de Lima!, ¡en diciembre! En fin, sin chistar fui. Los anuarios no estaban y la vendedora tampoco. Llegaba con retraso a la casa, Eve me llamaba porque estaba sobre la hora, ya ni me cambié porque las recogí en la esquina y el mismo taxi que me llevaba nos trasladó al local de la fiesta. Encima nos perdimos en el camino, y llegamos cuando ya todos estaban formados y vestidos con togas. Cuando llamaron a Vale, no estaba entogada, pero su entrada igual estuvo linda.

Pero todo salió mucho mejor de los esperado por la propia Eve. Al final se acomodé en la mesa de honor porque estaba incompleta. Bailé el vals de honor con mi hijita, ella estaba preciosa con su vestido rosado (o una tonalidad de rosado, no sé, para mí es rosado). Al final del vals, en la apoteosis, digamos, levanté en brazos a Valentina y bailé con ella así cargada, girando y girando mientras le llenaba de besos la mejilla. Era dificultoso tenerla en brazos debido al vestido (tenía can-can, o algo así: una especie de armazón de plástico que me impedía sujetar sus piernas). Igual, fue el mejor vals de los pocos que bailé en mi vida.

Tal vez en ese momento me di cuenta de que hasta ese momento, todo había sido para Valentina comenzar cosas. Esa noche ya no comenzaba nada, terminaba una pequeña corta etapa. Por primera vez se iba a separar de sus amigos, de sus primeros amigos; quién sabe cuándo les volverá a ver. Pero ella no era consciente de eso, estaba entretenida bailando y corriendo, saltando y cantando, gozando el show de un payaso muy ameno, disfrutando una noche sin saber que era el colofón de todo lo que conoce y quiere en este momento, en cuando a sus amigos se refiere. Pero, repito, no era consciente de eso, no lo es hasta ahora y a lo mejor ni se da cuenta, quizá el lunes cuando ya no vaya al nido..., pero yo pensaba en ello, y me daba una especie de nostalgia que no sé explicar.

Luego del show del payaso comenzó el baile y la hora loca. Eve dio rienda suelta a sus ganas de bailar y yo estaba de pie en la ventana, donde el aire fresco amainaba el calor endemoniado que sentía. Aunque Eve me llamaba a bailar, yo prefería estar en la ventana. Cosa de gustos, supongo. A las once de la noche yo ya insistía en retirarnos; estaría buena la fiesta, pero Vale ya se dormía, la noche es peligrosa y había que trabajar al día siguiente. Regresamos a casa, las dos damas (Eve y Vale) hechas una furia, pero para despedidas basta con poco. No se necesita mucho para decir adiós, ¿cierto hija?

jueves, 22 de septiembre de 2011

Buscando colegio

Yo sabía que este día llegaría, Vale, solo que no imaginé que sería tan pronto. Es más, cuando comencé a pensar que un día irías al primer grado tampoco imaginé que no irías sola, sino con un hermanito, no había imaginado un hermanito. Ahora estoy bregando por una vacante en una escuela que me gusta mucho y tiene que ser para los dos, para que vayan juntos, para que se vean un ratito en el recreo, al menos durante las primeras semanas. Sí, Julito, tú eres el hermanito.

Mañana es la prueba de ingreso, por eso tienen que dormir temprano, yo no dudo del resultado, pero tengo un ligero temor de que no entren al final..., no me hagan caso, hijos, yo siempre soy pesimista, igual tenemos un plan B. Ahora duerme hijita. Tú también Julito, mañana va a ser un día largo y ocupado.
- ¿Papito, me haces masajitos para dormir? -dice Vale.
- Sí mi amor.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Contra el olvido

He estado hojeando un libro de psicología y leí que a partir de los seis años, más o menos, el cerebro empieza a almacenar las vivencias, emociones, imágenes o lo que sea que tenga importancia o impacto en uno, aquello que guardará toda la vida. Hasta entonces los recuerdos no tienen mucho tiempo de existencia porque el cerebro ocupa sus energías en otras cosas.

Inexplicablemente esto me ha producido gran pena.

¿No me van a recordar en su primea infancia? ¿No van a recordar cómo jugábamos, lo que decíamos? ¿No van a recordar al súper papá que todo puede? ¿Vas a olvidar, Vale, a tu príncipe y todos los valses que bailamos cuando eres la Bella Durmiente? ¿Vas a olvidar mis luchas contra los dragones para salvarte? ¿Y tú, Julito, vas a dejar ir al señor Smee?, ¿Me vas a dejar de decir "Silencio, Smee, el Capitán Garfio no necesita ayuda"? Sí, sí, a todo sí.

No hay forma de evitarlo, y mis torpes intentos, hijos, de guardar sus anécdotas, sus sonrisas, sus pequeños logros se ven torpedeados por esta certeza. Pero tampoco hay victoria sin lucha. ¿Olvidarán sus primeros años? Sí. Pero ahí he de acudir yo a leerles estas pocas líneas para revivir los días más felices de nuestras vidas.

jueves, 1 de septiembre de 2011

No falta nada más

El otro día decidimos hacer una 'piyamada' al estilo de Valentina, es decir, leer muchos cuentos y dormir todos juntos. Para ello unimos dos camas y así tenemos una grande en la que cabemos los cuatro. La idea es dormir a los chicos y luego pasar un rato más despiertos; sólo que yo no resisto mucho tiempo acostado y siempre me duermo pronto. Eve tarda más en conciliar el sueño, de modo que ahora también quedó despierta.

A la mañana siguiente ella me dijo: "ayer cuando entré y los vi dormidos a los tres sentí una paz, una tranquilidad... Me dije que todo está bien, que no falta nada más."

sábado, 18 de junio de 2011

Y luego porqué me duele la espalda...

Yo soy dado a los juegos físicos con mis hijos. Desde muy pequeños me ha gustado lanzarles, darles vueltas, correr con ellos a mis espaldas, ponerles de cabeza, y mil acrobacias más. De los dos, Valentina es la juega más así; Julito, en cambio, no. A él le gusta dar las vueltas despacito, no le gusta estar de cabeza, ni las volteretas, ni nada. Pero hay una cosa que le encanta: subirse a mi espalda y estar ahí colgado.

Apenas me ve llegar me dice "quiero subir a tu espanda" o "¿qué te parece si subo a tu espanda?". Y yo: ¿quieres subir? Sube pues.

Sin embargo, ya no son tan pequeños. Vale pesa 19 kilos y Julito, 16. Hay cosas que ya no es seguro hacer, otras, que sencillamente no se pueden; pero todavía quedan otras, como el helicóptero, es decir, cada uno de mis hijos colgado en uno de mis brazos mientras yo giro hasta que se mareen, pero se torna cada vez más difícil, vamos, que cada vez son más vueltas las que se necesitan para satisfacerles, pero es menor el tiempo que un solo brazo puede sostener a cada uno suspendido en el aire. Entonces me queda el recurso de hacer que los dos se suban a mi espalda, y correr haciendo "putún, putún", hasta que pidan chepa, como se ve en la foto (y se ve cómo toma cada uno el juego: Vale disfrutando, Julito cerrando los ojos hasta que acabe y yo, con una cara de serio que refleja el esfuerzo).


Y esto a pesar de que el médico me prohibió cargar siquiera a uno, por la lumbalgia que cada cierto tiempo me tortura. ¿Pero me puedo negar?


sábado, 21 de mayo de 2011

Una foto

Uyyy, como hace tiempo no escribo nada (ni siquiera para tu cumpleaños, Julito), he de suplir en algo mi falta colgando una foto que hice hace una semana y que me gusta mucho:



Así es como te ves poco antes de cumplir tres años, hijo. La foto está hecha en la Costa Verde, lástima la meteorología, no hubo sol. Aunque peor hubiera sido si cumplías tu cometido de meterte al mar...

martes, 22 de febrero de 2011

Mi primera corrida

Hace tiempo que no posteo, y la verdad me siento un poco mal por eso. Tantas cosas están pasando y se me están pasando. Pero no ahora.

Desde que Valentina dejó los pañales, cada paseo o salida suponía darse el afán por conocer la ubicación de los baños, por si a mi hijita le antojaba hace pipí. Aún es así. Y siempre la que tiene que correr es Eve, naturalmente, porque eso de meterme a baños de mujeres no va conmigo. Sin embargo, ahora me ha tocado a mí.

Julito ya ha dejado los pañales hace unas cuatro semanas, aunque al salir sí los llevaba. Hasta ahora. El domingo ya salió usando calzoncillos, hecho todo un hombrecito. Fuimos a los juegos, a buscar unos útiles escolares y sandalias. Yo les invité luego a la heladería, donde Vale no cabía en sí de contenta ante la vista de un suculento helado y Julito, poco dado a las cosas frías, se comió un pionono de lúcuma gigantesco para su tamaño. Acabado el banquete, Julito se me acerca y dice "papito, quiero hacer pichi".

Y así, mi primera corrida al baño.


viernes, 7 de enero de 2011

¡En diez minutos!

Julito, aunque se ha demorado, ahora habla con la misma soltura que Valentina, y tiene un vocabulario delicioso para sus cortos dos años y siete meses. A veces, sin embargo, resulta gracioso el uso que hace de él:

- Julito, ven a comer.
- No, ya comí bastante-, me dice mientras ve televisión. Antes la comida era su principal preocupación, pero ahora ya no tanto. Un par de minutos después:
- Julito, ven a comer hijito.
- No, voy a ver 'Jungla sobre ruedas'-, pero yo insisto:
- Julito, ven a comer.
- ¡En diez minutos!


Plop.