viernes, 27 de agosto de 2010

El miedo interior

A veces, hijos, sobre todo cuando viajo, tengo miedo de dejarlos tan pequeños, ¿qué va a ser de ustedes si me pasa algo? Ya no es lo mismo subirme a un avión, coger un bus que a toda velocidad irá serpenteando por una carretera. Ya no da lo mismo estar o no estar cuando llegue la mala hora. Ahora tengo miedo.

Se siente como un cubito de hielo en el estómago, es un no saber qué, no se puede calmar, no puedo dejar de pensar. Es una ansiedad bastante tonta que me asalta cuando tengo que viajar, durante todo el viaje. Y sobreponerme no es fácil. Hace falta volver, verlos de nuevo, poder decirme "bien, ahora no fue".


Un espejito

- ¡Valentina, no sabes!
- ¿Qué, papito?
- Hoy hay una fiesta y estás invitada -le dije, con la voz muy animada y festiva-. ¿Quieres ir?
- No.
- Pero va a estar muy divertida, con payasos y mago.
- Mejor no, estoy leyendo mi libro.

Conforme va creciendo, Valentina expresa sus opiniones con más vehemencia.  Y a veces no se le antoja ir a una fiesta, pues.  Fue necesario una charla más convincente de su mamá, y aun así salió con las ganas a medias, más resignada.


A su Eve no le gusta que sea así, pero yo pienso distinto.  A mí tampoco me gustan las fiestas, corazoncito, el gentío, las reuniones, la pachanga y el baile no me van, prefiero un libro.  Y ver en ti las actitudes que yo tenía de chico me da un no sé qué de gusto, aunque tengo que ocultarlo de tu mamá porque a ella no le cuadra para nada que sea así.  Yo me veo en ti en muchas cosas, hijita, como guardarse los sentimientos, como perder la paciencia, como ser obstinada; eres como un espejito que me refleja de chico, el espejito más bonito.


lunes, 23 de agosto de 2010

Valentina

Y por supuesto, también una fotografía de mi princesita, Valentina, mi adorada hija.

Foto de Julito

Esta fotografía de Julito es reciente.  Se supone que la mancha negra de su mejilla es una arañita, pero -ya saben- un niño no está quieto... ¿no es lindo?


miércoles, 18 de agosto de 2010

Mi niña crece

El otro día llegué de trabajar un poco más temprano de lo acostumbrado, "los voy a sorprender", me dije. Cuando llegué a la casa había una iluminación inusual, olor a plátanos fritos y café: había visita. Estaba allí una compañerita de Valentina y su mamá. "Buenas tardes, señora; hola Evita".

Valentina y Julio César estaban con la niñita, pero sólo el pequeñín me prestó atención. "Hola hijita", le dije, esperando que venga como siempre a darme un besito, pero me contestó de lejitos nomás, "hola papito".

Cuando se hubieron ido, entré corriendo y cargué a Vale:

- Ven acá mi amor, quiero cargarte hace ratos y apapacharte, pero no querías, ¿por qué no querías?- le pregunté.
- Ahora sí me puedes cargar, papito, hace rato no porque Camila iba a pensar que soy bebita, y yo soy niña.

¡Plop! Quedé pasmado, como dice el genio en Aladín, ahora sí me aborregué.