sábado, 18 de junio de 2011

Y luego porqué me duele la espalda...

Yo soy dado a los juegos físicos con mis hijos. Desde muy pequeños me ha gustado lanzarles, darles vueltas, correr con ellos a mis espaldas, ponerles de cabeza, y mil acrobacias más. De los dos, Valentina es la juega más así; Julito, en cambio, no. A él le gusta dar las vueltas despacito, no le gusta estar de cabeza, ni las volteretas, ni nada. Pero hay una cosa que le encanta: subirse a mi espalda y estar ahí colgado.

Apenas me ve llegar me dice "quiero subir a tu espanda" o "¿qué te parece si subo a tu espanda?". Y yo: ¿quieres subir? Sube pues.

Sin embargo, ya no son tan pequeños. Vale pesa 19 kilos y Julito, 16. Hay cosas que ya no es seguro hacer, otras, que sencillamente no se pueden; pero todavía quedan otras, como el helicóptero, es decir, cada uno de mis hijos colgado en uno de mis brazos mientras yo giro hasta que se mareen, pero se torna cada vez más difícil, vamos, que cada vez son más vueltas las que se necesitan para satisfacerles, pero es menor el tiempo que un solo brazo puede sostener a cada uno suspendido en el aire. Entonces me queda el recurso de hacer que los dos se suban a mi espalda, y correr haciendo "putún, putún", hasta que pidan chepa, como se ve en la foto (y se ve cómo toma cada uno el juego: Vale disfrutando, Julito cerrando los ojos hasta que acabe y yo, con una cara de serio que refleja el esfuerzo).


Y esto a pesar de que el médico me prohibió cargar siquiera a uno, por la lumbalgia que cada cierto tiempo me tortura. ¿Pero me puedo negar?


sábado, 21 de mayo de 2011

Una foto

Uyyy, como hace tiempo no escribo nada (ni siquiera para tu cumpleaños, Julito), he de suplir en algo mi falta colgando una foto que hice hace una semana y que me gusta mucho:



Así es como te ves poco antes de cumplir tres años, hijo. La foto está hecha en la Costa Verde, lástima la meteorología, no hubo sol. Aunque peor hubiera sido si cumplías tu cometido de meterte al mar...

martes, 22 de febrero de 2011

Mi primera corrida

Hace tiempo que no posteo, y la verdad me siento un poco mal por eso. Tantas cosas están pasando y se me están pasando. Pero no ahora.

Desde que Valentina dejó los pañales, cada paseo o salida suponía darse el afán por conocer la ubicación de los baños, por si a mi hijita le antojaba hace pipí. Aún es así. Y siempre la que tiene que correr es Eve, naturalmente, porque eso de meterme a baños de mujeres no va conmigo. Sin embargo, ahora me ha tocado a mí.

Julito ya ha dejado los pañales hace unas cuatro semanas, aunque al salir sí los llevaba. Hasta ahora. El domingo ya salió usando calzoncillos, hecho todo un hombrecito. Fuimos a los juegos, a buscar unos útiles escolares y sandalias. Yo les invité luego a la heladería, donde Vale no cabía en sí de contenta ante la vista de un suculento helado y Julito, poco dado a las cosas frías, se comió un pionono de lúcuma gigantesco para su tamaño. Acabado el banquete, Julito se me acerca y dice "papito, quiero hacer pichi".

Y así, mi primera corrida al baño.


viernes, 7 de enero de 2011

¡En diez minutos!

Julito, aunque se ha demorado, ahora habla con la misma soltura que Valentina, y tiene un vocabulario delicioso para sus cortos dos años y siete meses. A veces, sin embargo, resulta gracioso el uso que hace de él:

- Julito, ven a comer.
- No, ya comí bastante-, me dice mientras ve televisión. Antes la comida era su principal preocupación, pero ahora ya no tanto. Un par de minutos después:
- Julito, ven a comer hijito.
- No, voy a ver 'Jungla sobre ruedas'-, pero yo insisto:
- Julito, ven a comer.
- ¡En diez minutos!


Plop.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Cuando se va la luz

Anoche habíamos hecho una pausa en el juego del columpio (en el cual el columpio soy yo, trepado en el dintel de dos ventanas opuestas, balanceando por turnos a los dos) para cenar. A regañadientes Valentina aceptó, todavía molesta porque no pudo tocar el techo con los pies (así de alto los balanceo). En realidad, sí tocó el techo, pero sólo con la punta de los pies, y no a planta completa, como antes, y eso le molestaba. Tuve que inventar que, como ahora es bailarina de ballet, sus pies están habituados a tocar con la puntita el piso y, también, el techo. Al principio funcionó, pero luego estaba requintando contra las clases de ballet.

- Nunca más vuelvo a ir a ese tonto ballet.
- No digas eso, hijita, además el sábado se acaba el ballet.

Y así continuaba un día normal, en el cual llego a casa, jugamos un rato y luego iniciamos el ritual de cambiarles, darles de cenar, asearles y acostarles. Un rato de televisión, luego leer cuentos y finalmente dormir.

Sólo que ahora nos sorprendió un apagón mientras cenaban. Sí, la energía eléctrica se fue en todo el barrio.

- ¿Has apagado la luz, papá? Prende, prende -dijo Julito.
- No hijito, se apagó sola, no se puede encender.

Él no se asustó, en cambio, Vale comenzó con el llanto, pero allí mismo la atajé:

- ¿Por qué lloras? Puedes llorar si te has chancado un dedo, o si te duele algo, pero no por la luz.
- Pero papito, tengo miedo.
- Nada de miedo. A ver, ¿te duele algo?, ¿alguien viene a hacerte daño?, ¿estás en peligro?
- No, pero...
- Entonces no hay motivo para el llanto. Además, por si no sabes todas las noches duermes con la luz apagada-. Valentina puso una cara de sorpresa y se le fue el llanto.
- No, yo dejo la luz prendida.
- Sí, pero yo la apago después. Además, la noche es linda. Podemos hacer sombras con las manos, y contar cuentos que no están en los libros -Valentina iba sorprendiéndose, olvidado ya su llanto, preguntando qué más podemos hacer.

Eve apareció con una linterna y, con su luz, las sombras. Entonces llegaron pájaros y conejos, también perros, Julito no conseguía armar nada con los dedos; Vale, algo. Luego siguieron cuentos que no están en los libros. Cuentos que nos contábamos entre primos y hermanos en Pucallpa, cuando los apagones eran tan comunes, entonces sin querer me acordé de esas noches tan lejanas, de historias, de bromas, de dormir temprano, también de susto, qué bueno que ustedes no tienen que pasar por eso, de oír el chirrido de los grillos y el croar de los sapos, de ver las luciérnagas, sí es una pena que no puedan ver esto, de espantar los zancudos y las polillas que se aglutinaban alrededor de las velas, de esperar a mi papá que siempre llegaba con un pollo a la brasa, pero sobre todo, me acordé de algo que me encantaba hacer y que he olvidado, pero que he enseñado anoche a mis hijos:

- Vale, ven; Julito, ven acá, vengan, vamos a mirar las estrellas.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Días de descanso

Hijos, aunque ustedes no está todavía para entender de estas cosas, les digo que estos últimos quince días ha habido una huelga en mi trabajo. Y yo, decidido a no arruinar las aspiraciones de nadie, dejé de trabajar también. Sólo que en lugar de estar con los huelguistas me la pasé con ustedes.

De modo que he pasado buenos días de felicidad doméstica, dedicado a ayudar a Eve en la casa, llevar a los chicos al nido, recogerlos, alimentarlo, bañarlos, vestirlos, hacer de árbitro cuando se pelean, y la infinidad de cosas que hay que hacer a diario en la casa y que -la verdad- agotan muchísimo más que cualquier empleo.

No es que nunca haya hecho estas cosas, sí que las hice, sobre todo con Valentina. Con Julito ya no tanto porque esto de tener dos trabajos me ha quitado mucho tiempo. Tampoco es que fuera fácil. Pero al final del día, hijos, verlos dormir con esa expresión tan única que no se puede describir, pero que permite ver que están felices, compensa todo cansancio. Entonces uno sabe que el día ha valido la pena. Aunque uno mismo -la mamá o yo- quede sin fuerzas para hacer nada más que desear dormir también. Y si es verdad que pocas cosas de la infancia se recuerdan, espero que esta sea una de ellas.

lunes, 18 de octubre de 2010

La canción de los alimentos

Julito ya va al nido. Bueno, exactamente, es pre nido, que aún no tiene edad mi hijo para entrar en el ciclo regular. Lo lindo del caso es que le ha dado por cantar todas las canciones que va aprendiendo:

Los alimentos, los alimentos
qué ricos son, qué ricos son...


Esta es segura a la hora de comer -una de sus horas más feliz, sin duda-, la canción de los Alimentos, deliciosa en la forma de hablar de mi hijito, pronunciando apenas la "r":

Tienen vitaminas
y muchas proteínas
para crecer
robusto y sano...


Y aquí levanta el índice para graficar la siguiente línea de la tonada:

...y no quedarme
como un enano...


El primer día de nido Alejandro le jaló de los cabellos. Julito, que es más grande y fuerte, no se defendió porque estaba en un lugar desconocido y porque no es de andarse liando a golpes con nadie. Antes es querendón y bueno. Pero no es bobo. La siguiente vez se defendió y Alejandro acabó en llanto. Poco después la canción de los alimentos fue modificada ligeramente:

... y no quedarme
como Alejandro...


Esta pequeña burla seguramente no es de autoría de Julito, y aunque su mamá me ha dicho que sí, yo sospecho que fue más bien ella (o Valentina) quien le hizo vez que Alejandro, siendo de la misma edad pero media cabeza más chico, calzaba perfectamente para reemplazar al enano en la canción.

El tacho de basura
también quiere comer...


Evelyn fue molesta al nido de Julito, a hablar de una vez con el director. Era el segundo táper que se perdía en una semana. La profesora no tenía explicación y para qué perder más tiempo con ella.

...cáscaras y papeles
también quiere comer..
.

- ¿Pero cómo, con 10 niños que hay en el salón, se le van a perder dos táperes a mi hijo? Yo no reclamo por los táperes en sí, sino porque eso significa que no los cuidan todo el tiempo; el otro día mi hijo regresó con un pan que yo no había mandado en su lonchera.

- No, señora, la profesora o la auxiliar siempre está con ellos. Le prometo una respuesta para mañana-. No hubo respuesta al día siguiente, sino más disculpas, habían preguntado a todos los padres, señora, y nadie se ha llevado sus táperes.


...al piso, no
al tacho sí...


Al fin, una semana después del reclamo la profesora ya tenía el misterio resuelto: señora, lo que pasa es que su niño termina su lonchera y bota el táper a la basura, como dice la canción.

...el tacho de basura
también quiere comer.