He estado hojeando un libro de psicología y leí que a partir de los seis años, más o menos, el cerebro empieza a almacenar las vivencias, emociones, imágenes o lo que sea que tenga importancia o impacto en uno, aquello que guardará toda la vida. Hasta entonces los recuerdos no tienen mucho tiempo de existencia porque el cerebro ocupa sus energías en otras cosas.
Inexplicablemente esto me ha producido gran pena.
¿No me van a recordar en su primea infancia? ¿No van a recordar cómo jugábamos, lo que decíamos? ¿No van a recordar al súper papá que todo puede? ¿Vas a olvidar, Vale, a tu príncipe y todos los valses que bailamos cuando eres la Bella Durmiente? ¿Vas a olvidar mis luchas contra los dragones para salvarte? ¿Y tú, Julito, vas a dejar ir al señor Smee?, ¿Me vas a dejar de decir "Silencio, Smee, el Capitán Garfio no necesita ayuda"? Sí, sí, a todo sí.
No hay forma de evitarlo, y mis torpes intentos, hijos, de guardar sus anécdotas, sus sonrisas, sus pequeños logros se ven torpedeados por esta certeza. Pero tampoco hay victoria sin lucha. ¿Olvidarán sus primeros años? Sí. Pero ahí he de acudir yo a leerles estas pocas líneas para revivir los días más felices de nuestras vidas.
viernes, 9 de septiembre de 2011
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