Yo sabía que este día llegaría, Vale, solo que no imaginé que sería tan pronto. Es más, cuando comencé a pensar que un día irías al primer grado tampoco imaginé que no irías sola, sino con un hermanito, no había imaginado un hermanito. Ahora estoy bregando por una vacante en una escuela que me gusta mucho y tiene que ser para los dos, para que vayan juntos, para que se vean un ratito en el recreo, al menos durante las primeras semanas. Sí, Julito, tú eres el hermanito.
Mañana es la prueba de ingreso, por eso tienen que dormir temprano, yo no dudo del resultado, pero tengo un ligero temor de que no entren al final..., no me hagan caso, hijos, yo siempre soy pesimista, igual tenemos un plan B. Ahora duerme hijita. Tú también Julito, mañana va a ser un día largo y ocupado.
- ¿Papito, me haces masajitos para dormir? -dice Vale.
- Sí mi amor.
jueves, 22 de septiembre de 2011
viernes, 9 de septiembre de 2011
Contra el olvido
He estado hojeando un libro de psicología y leí que a partir de los seis años, más o menos, el cerebro empieza a almacenar las vivencias, emociones, imágenes o lo que sea que tenga importancia o impacto en uno, aquello que guardará toda la vida. Hasta entonces los recuerdos no tienen mucho tiempo de existencia porque el cerebro ocupa sus energías en otras cosas.
Inexplicablemente esto me ha producido gran pena.
¿No me van a recordar en su primea infancia? ¿No van a recordar cómo jugábamos, lo que decíamos? ¿No van a recordar al súper papá que todo puede? ¿Vas a olvidar, Vale, a tu príncipe y todos los valses que bailamos cuando eres la Bella Durmiente? ¿Vas a olvidar mis luchas contra los dragones para salvarte? ¿Y tú, Julito, vas a dejar ir al señor Smee?, ¿Me vas a dejar de decir "Silencio, Smee, el Capitán Garfio no necesita ayuda"? Sí, sí, a todo sí.
No hay forma de evitarlo, y mis torpes intentos, hijos, de guardar sus anécdotas, sus sonrisas, sus pequeños logros se ven torpedeados por esta certeza. Pero tampoco hay victoria sin lucha. ¿Olvidarán sus primeros años? Sí. Pero ahí he de acudir yo a leerles estas pocas líneas para revivir los días más felices de nuestras vidas.
Inexplicablemente esto me ha producido gran pena.
¿No me van a recordar en su primea infancia? ¿No van a recordar cómo jugábamos, lo que decíamos? ¿No van a recordar al súper papá que todo puede? ¿Vas a olvidar, Vale, a tu príncipe y todos los valses que bailamos cuando eres la Bella Durmiente? ¿Vas a olvidar mis luchas contra los dragones para salvarte? ¿Y tú, Julito, vas a dejar ir al señor Smee?, ¿Me vas a dejar de decir "Silencio, Smee, el Capitán Garfio no necesita ayuda"? Sí, sí, a todo sí.
No hay forma de evitarlo, y mis torpes intentos, hijos, de guardar sus anécdotas, sus sonrisas, sus pequeños logros se ven torpedeados por esta certeza. Pero tampoco hay victoria sin lucha. ¿Olvidarán sus primeros años? Sí. Pero ahí he de acudir yo a leerles estas pocas líneas para revivir los días más felices de nuestras vidas.
jueves, 1 de septiembre de 2011
No falta nada más
El otro día decidimos hacer una 'piyamada' al estilo de Valentina, es decir, leer muchos cuentos y dormir todos juntos. Para ello unimos dos camas y así tenemos una grande en la que cabemos los cuatro. La idea es dormir a los chicos y luego pasar un rato más despiertos; sólo que yo no resisto mucho tiempo acostado y siempre me duermo pronto. Eve tarda más en conciliar el sueño, de modo que ahora también quedó despierta.
A la mañana siguiente ella me dijo: "ayer cuando entré y los vi dormidos a los tres sentí una paz, una tranquilidad... Me dije que todo está bien, que no falta nada más."
A la mañana siguiente ella me dijo: "ayer cuando entré y los vi dormidos a los tres sentí una paz, una tranquilidad... Me dije que todo está bien, que no falta nada más."
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