miércoles, 13 de octubre de 2010

Noche de ronda

Qué habrá sido, seguramente algo que comió, la cosa que el domingo 3 Julito acabó mal del estómago. Devolvió la leche de las seis de la tarde y ya no quiso cenar. Como padres experimentados, nos preparamos para afrontar la posible infección estomacal: cortar la leche, las grasas y las frutas frescas. Sin embargo, el susto mayor ocurrió cuando ya se había dormido: vomitó y se estaba tragando su propio vómito. Eve me despertó y casi de inmediato levanté a mi hijo de la cama y lo puse boca abajo. Luego el pañal... igual que la otra vez. Había que llevarlo al hospital.

Y ahí, recetaron un suero y le dejaron en la sala de observación. Aunque lloró cuando sintió la aguja, mi adorado hijo estaba tan cansado que pronto el sueño le atrapó. El suero iba a demorar unas cinco horas en pasar a su cuerpo. Era la medianoche.

De modo que compramos dos cafés y nos sentamos a esperar, y esperar, y esperar... toda la madrugada. Eventualmente dimos unas vueltas por el lugar, se ven cosas interesantes en una sala de urgencias... sin embargo, nuestro interés era encontrar un sitio adecuado para echar un sueño ligero aunque sea. Cerca de la cuna donde Julito dormía no podía ser, porque allí llegaban los enfermos de emergencia y más o menos estorbábamos, pero tampoco podíamos ir muy lejos porque si despertaba en ese lugar desconocido se iba a asustar y además había que cuidar que no se quitara la sonda de la mano. A las cuatro de la mañana ya estábamos rendidos, los cafés no bastaban, pero no quedaba más remedio y cuando amaneció, éramos como dos zombis.

A las seis Julito despertó y pidió leche. Le ofrecimos anís porque el doctor prohibió la leche y nada, no quería nada más que leche. A tanta insistencia bebió un poquito. Vino el médico y luego de examinarlo nos mandó a casa con una lista enorme de medicinas y prohibiciones. A las siete llegamos a casa. Valentina ya había despertado y recién se enteraba de la novedad:

- ¿Ya ves, Julito, lo que te pasa por no lavarte las manos? -le decía, mientras su hermano le mostraba su mano pinchada. Ya estaba bien. Y nosotros, ¿al fin a dormir? Ja, bueno fuera. Nos esperaba un día como cualquier otro. Más café en el desayuno y fui a trabajar.
- Faltan 12 horas para dormirnos -le dije a Eve, antes de salir.
- No digas....


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