Valentina y Julio César estaban con la niñita, pero sólo el pequeñín me prestó atención. "Hola hijita", le dije, esperando que venga como siempre a darme un besito, pero me contestó de lejitos nomás, "hola papito".
Cuando se hubieron ido, entré corriendo y cargué a Vale:
- Ven acá mi amor, quiero cargarte hace ratos y apapacharte, pero no querías, ¿por qué no querías?- le pregunté.
- Ahora sí me puedes cargar, papito, hace rato no porque Camila iba a pensar que soy bebita, y yo soy niña.
¡Plop! Quedé pasmado, como dice el genio en Aladín, ahora sí me aborregué.
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