domingo, 16 de diciembre de 2012
Gallinas
Hoy me ha causado gracia una conversación telefónica con Julito:
- Hijito, tus gallinas ya están grandes.
- ¿Como un árbol?
- No, las gallinas no se ponen como un árbol, ya están adultas.
- ¿Como dinosaurios?
- No, no tan grandes.
- ¿De tu tamaño?
- Quiero decir que ya están adultas, ya no son pollitos.
- ¿Ya son gallos?
- Sí hijito, ya son gallos.
domingo, 28 de octubre de 2012
El campeonato al que no fui
Hace un buen tiempo que Julito y Valentina están entrenando para el campeonato de su escuela. Llevan semanas entrenando, una el voley, el otro el fútbol. El campeonato es con equipos de uniforme, técnico, barra oficial y todo; hace dos días Julito recibió sus zapatos de fútbol porque hasta eso pedía el entrenador. Y yo no estaba.
Hoy domingo ha sido, digamos, la primera fecha, que no lo tengo claro, porque Eve sólo me ha contado que mis adorados hijos han jugado dos partidos, con rotunda victoria todos, y con un gol de Julito. Y yo no estaba.
"Tu camiseta te está esperando", me dijo Eve. Es que el papá también iba uniformado en el paseo inaugural alrededor de la cancha, acompañando al párvulo jugador. Pero Eve tiene ingenio para estos casos, y viendo que Julito se daba cuenta que él no podría pasear con papá hizo que se ubicara en la banderola que presidía el equipo. Así se le pasó a mi hijito la preocupación porque yo no estaba. Luego vinieron los partidos, el gol de Julito en el segundo partido para ganar 2 a 1. Debió ser un juego difícil, porque dice Eve que hubo cabes, caídas, empujones y casi, casi, pelea limpia entre los jugadores. Todo un mate de risa, para los papás que uniformados engrosaban la barra oficial, compuesta por las mamás. Y yo no estaba.
Valentina, mi Valentina querida también jugó. Pero aquí hubo un contratiempo y a última hora se apareció otra DT, que hizo equipo sin conocer a las jugadoras, y en el que mi hija no era titular. Todo por el carácter de Valentina, que miraba para otro lado cuando preguntaban quiénes jugaban de titulares. Ah no, pero Eve tampoco se iba a quedar quieta y me contó que fue a colocarse detrás de la técnico, y como pulga en la oreja insistía que entrara Vale, hasta que entró:
- Papá, en el segundo set íbamos 6 a 0; nosotras 0. Pero al final ganamos.
- ¿Y por qué se dejaron adelantar 6 a 0?
- Eso no es importante, lo importante es que ganamos. Eso se llama voltear un partido, ¿sabías?
- No, no sabía.
- Sí, es cuando vas perdiendo y acabas ganando; y nosotros lo volteamos.
Y así, tratando de imaginar cómo ha sido este domingo familiar y deportivo, me ha embargado la tristeza. Porque debiendo estar, no estaba.
sábado, 29 de septiembre de 2012
martes, 4 de septiembre de 2012
Sueño
Mientras almorzábamos Eve me contaba:
- Yo estaba durmiendo con la Vale y sentía que se me pegaba, y me despierto y total su ropita se había alzado y su espalda estaba fría.
Y Vale, antes que yo conteste adelantó un comentario:
- Con razón estaba soñado que era un gato y que no tenía pelo en mi lomo.
domingo, 18 de diciembre de 2011
La fiesta de graduación
¿Graduación? ¿Del nido? Pero si sólo pasa de inicial a primer grado. Cosas como estas pensaba yo desde casi inicios de este año, cuando se discutía la formación de comisiones de mamás (del cual Eve resultó Presidenta) y programa de actividades para la promoción del salón de Valentina. En el camino hubo parrilladas, rifas, sorteos, bingos, venta de gaseosas y demás. Yo insistía a Eve que mejor pusiera el dinero que le tocara y listo; pero ella decía que mejor era participar.
Por fin, la semana pasada era la última de actividades. Hasta último momento Eve estaba preocupada; que el local tenía malos antecedentes, que los anuarios no estaban listos, que los arreglos finales, etc., etc. Yo tuve poca participación en estas actividades, por no decir ninguna. Como mucho las acompañé a conversar con el dueño del local a exigir garantías para que la ceremonia empezara a tiempo y saliera bien.
El jueves 15 de diciembre, por fin la fiesta. Yo había apurado las cosas del trabajo para salir justo a tiempo, llegar a la casa a las seis o poco antes, cambiarme y salir al local. La ceremonia comenzaba a las siete. Pero Eve me llamó y me pidió que fuera al centro de Lima a reclamar los anuarios. ¡Al centro de Lima!, ¡en diciembre! En fin, sin chistar fui. Los anuarios no estaban y la vendedora tampoco. Llegaba con retraso a la casa, Eve me llamaba porque estaba sobre la hora, ya ni me cambié porque las recogí en la esquina y el mismo taxi que me llevaba nos trasladó al local de la fiesta. Encima nos perdimos en el camino, y llegamos cuando ya todos estaban formados y vestidos con togas. Cuando llamaron a Vale, no estaba entogada, pero su entrada igual estuvo linda.
Pero todo salió mucho mejor de los esperado por la propia Eve. Al final se acomodé en la mesa de honor porque estaba incompleta. Bailé el vals de honor con mi hijita, ella estaba preciosa con su vestido rosado (o una tonalidad de rosado, no sé, para mí es rosado). Al final del vals, en la apoteosis, digamos, levanté en brazos a Valentina y bailé con ella así cargada, girando y girando mientras le llenaba de besos la mejilla. Era dificultoso tenerla en brazos debido al vestido (tenía can-can, o algo así: una especie de armazón de plástico que me impedía sujetar sus piernas). Igual, fue el mejor vals de los pocos que bailé en mi vida.
Tal vez en ese momento me di cuenta de que hasta ese momento, todo había sido para Valentina comenzar cosas. Esa noche ya no comenzaba nada, terminaba una pequeña corta etapa. Por primera vez se iba a separar de sus amigos, de sus primeros amigos; quién sabe cuándo les volverá a ver. Pero ella no era consciente de eso, estaba entretenida bailando y corriendo, saltando y cantando, gozando el show de un payaso muy ameno, disfrutando una noche sin saber que era el colofón de todo lo que conoce y quiere en este momento, en cuando a sus amigos se refiere. Pero, repito, no era consciente de eso, no lo es hasta ahora y a lo mejor ni se da cuenta, quizá el lunes cuando ya no vaya al nido..., pero yo pensaba en ello, y me daba una especie de nostalgia que no sé explicar.
Luego del show del payaso comenzó el baile y la hora loca. Eve dio rienda suelta a sus ganas de bailar y yo estaba de pie en la ventana, donde el aire fresco amainaba el calor endemoniado que sentía. Aunque Eve me llamaba a bailar, yo prefería estar en la ventana. Cosa de gustos, supongo. A las once de la noche yo ya insistía en retirarnos; estaría buena la fiesta, pero Vale ya se dormía, la noche es peligrosa y había que trabajar al día siguiente. Regresamos a casa, las dos damas (Eve y Vale) hechas una furia, pero para despedidas basta con poco. No se necesita mucho para decir adiós, ¿cierto hija?
Por fin, la semana pasada era la última de actividades. Hasta último momento Eve estaba preocupada; que el local tenía malos antecedentes, que los anuarios no estaban listos, que los arreglos finales, etc., etc. Yo tuve poca participación en estas actividades, por no decir ninguna. Como mucho las acompañé a conversar con el dueño del local a exigir garantías para que la ceremonia empezara a tiempo y saliera bien.
El jueves 15 de diciembre, por fin la fiesta. Yo había apurado las cosas del trabajo para salir justo a tiempo, llegar a la casa a las seis o poco antes, cambiarme y salir al local. La ceremonia comenzaba a las siete. Pero Eve me llamó y me pidió que fuera al centro de Lima a reclamar los anuarios. ¡Al centro de Lima!, ¡en diciembre! En fin, sin chistar fui. Los anuarios no estaban y la vendedora tampoco. Llegaba con retraso a la casa, Eve me llamaba porque estaba sobre la hora, ya ni me cambié porque las recogí en la esquina y el mismo taxi que me llevaba nos trasladó al local de la fiesta. Encima nos perdimos en el camino, y llegamos cuando ya todos estaban formados y vestidos con togas. Cuando llamaron a Vale, no estaba entogada, pero su entrada igual estuvo linda.
Pero todo salió mucho mejor de los esperado por la propia Eve. Al final se acomodé en la mesa de honor porque estaba incompleta. Bailé el vals de honor con mi hijita, ella estaba preciosa con su vestido rosado (o una tonalidad de rosado, no sé, para mí es rosado). Al final del vals, en la apoteosis, digamos, levanté en brazos a Valentina y bailé con ella así cargada, girando y girando mientras le llenaba de besos la mejilla. Era dificultoso tenerla en brazos debido al vestido (tenía can-can, o algo así: una especie de armazón de plástico que me impedía sujetar sus piernas). Igual, fue el mejor vals de los pocos que bailé en mi vida.
Tal vez en ese momento me di cuenta de que hasta ese momento, todo había sido para Valentina comenzar cosas. Esa noche ya no comenzaba nada, terminaba una pequeña corta etapa. Por primera vez se iba a separar de sus amigos, de sus primeros amigos; quién sabe cuándo les volverá a ver. Pero ella no era consciente de eso, estaba entretenida bailando y corriendo, saltando y cantando, gozando el show de un payaso muy ameno, disfrutando una noche sin saber que era el colofón de todo lo que conoce y quiere en este momento, en cuando a sus amigos se refiere. Pero, repito, no era consciente de eso, no lo es hasta ahora y a lo mejor ni se da cuenta, quizá el lunes cuando ya no vaya al nido..., pero yo pensaba en ello, y me daba una especie de nostalgia que no sé explicar.
Luego del show del payaso comenzó el baile y la hora loca. Eve dio rienda suelta a sus ganas de bailar y yo estaba de pie en la ventana, donde el aire fresco amainaba el calor endemoniado que sentía. Aunque Eve me llamaba a bailar, yo prefería estar en la ventana. Cosa de gustos, supongo. A las once de la noche yo ya insistía en retirarnos; estaría buena la fiesta, pero Vale ya se dormía, la noche es peligrosa y había que trabajar al día siguiente. Regresamos a casa, las dos damas (Eve y Vale) hechas una furia, pero para despedidas basta con poco. No se necesita mucho para decir adiós, ¿cierto hija?
jueves, 22 de septiembre de 2011
Buscando colegio
Yo sabía que este día llegaría, Vale, solo que no imaginé que sería tan pronto. Es más, cuando comencé a pensar que un día irías al primer grado tampoco imaginé que no irías sola, sino con un hermanito, no había imaginado un hermanito. Ahora estoy bregando por una vacante en una escuela que me gusta mucho y tiene que ser para los dos, para que vayan juntos, para que se vean un ratito en el recreo, al menos durante las primeras semanas. Sí, Julito, tú eres el hermanito.
Mañana es la prueba de ingreso, por eso tienen que dormir temprano, yo no dudo del resultado, pero tengo un ligero temor de que no entren al final..., no me hagan caso, hijos, yo siempre soy pesimista, igual tenemos un plan B. Ahora duerme hijita. Tú también Julito, mañana va a ser un día largo y ocupado.
- ¿Papito, me haces masajitos para dormir? -dice Vale.
- Sí mi amor.
Mañana es la prueba de ingreso, por eso tienen que dormir temprano, yo no dudo del resultado, pero tengo un ligero temor de que no entren al final..., no me hagan caso, hijos, yo siempre soy pesimista, igual tenemos un plan B. Ahora duerme hijita. Tú también Julito, mañana va a ser un día largo y ocupado.
- ¿Papito, me haces masajitos para dormir? -dice Vale.
- Sí mi amor.
viernes, 9 de septiembre de 2011
Contra el olvido
He estado hojeando un libro de psicología y leí que a partir de los seis años, más o menos, el cerebro empieza a almacenar las vivencias, emociones, imágenes o lo que sea que tenga importancia o impacto en uno, aquello que guardará toda la vida. Hasta entonces los recuerdos no tienen mucho tiempo de existencia porque el cerebro ocupa sus energías en otras cosas.
Inexplicablemente esto me ha producido gran pena.
¿No me van a recordar en su primea infancia? ¿No van a recordar cómo jugábamos, lo que decíamos? ¿No van a recordar al súper papá que todo puede? ¿Vas a olvidar, Vale, a tu príncipe y todos los valses que bailamos cuando eres la Bella Durmiente? ¿Vas a olvidar mis luchas contra los dragones para salvarte? ¿Y tú, Julito, vas a dejar ir al señor Smee?, ¿Me vas a dejar de decir "Silencio, Smee, el Capitán Garfio no necesita ayuda"? Sí, sí, a todo sí.
No hay forma de evitarlo, y mis torpes intentos, hijos, de guardar sus anécdotas, sus sonrisas, sus pequeños logros se ven torpedeados por esta certeza. Pero tampoco hay victoria sin lucha. ¿Olvidarán sus primeros años? Sí. Pero ahí he de acudir yo a leerles estas pocas líneas para revivir los días más felices de nuestras vidas.
Inexplicablemente esto me ha producido gran pena.
¿No me van a recordar en su primea infancia? ¿No van a recordar cómo jugábamos, lo que decíamos? ¿No van a recordar al súper papá que todo puede? ¿Vas a olvidar, Vale, a tu príncipe y todos los valses que bailamos cuando eres la Bella Durmiente? ¿Vas a olvidar mis luchas contra los dragones para salvarte? ¿Y tú, Julito, vas a dejar ir al señor Smee?, ¿Me vas a dejar de decir "Silencio, Smee, el Capitán Garfio no necesita ayuda"? Sí, sí, a todo sí.
No hay forma de evitarlo, y mis torpes intentos, hijos, de guardar sus anécdotas, sus sonrisas, sus pequeños logros se ven torpedeados por esta certeza. Pero tampoco hay victoria sin lucha. ¿Olvidarán sus primeros años? Sí. Pero ahí he de acudir yo a leerles estas pocas líneas para revivir los días más felices de nuestras vidas.
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