"papa le puedes pedir a tu profesor permiso para venir un ratito"
Era Valentina. A ver, pienso, mi hijita nunca me pide que vaya a verla mientras estoy en el trabajo (me ha reclamado muchas veces que trabajo mucho, pero ese es otro tema), ¿por qué lo haría hoy? Debe tener muy buenas razones, pienso, debe ser urgente, debe ser importante. Entonces llamo y le pregunto a su mamá, pero ella no sabe; me dice que Vale hace un buen rato está en el teléfono escribiendo algo, y no quiere que le molesten, ha echado a Julito de su lado. Sigue en el teléfono, ahora está esperando respuesta. Leo de nuevo el mensaje. Me provoca ternura. En esa línea aparentemente simple se esconden inocencia, esperanza de que le haga caso y también temor a que le diga que no. Entonces le envío un mensaje: "iré".
Y viene el consabido teatro para salir del trabajo, ni me acuerdo qué excusa di, pero llegué cerca del mediodía. Sorpresa general, alegría de Valentina:
- Pensé que no ibas a venir, pero viniste.
- A ver reinita, ¿para qué querías que viniera?
- Es que ya terminé lo que me pediste, ¿recuerdas?
- Sí, sí me acuerdo -le miento, pero no tenía idea de qué era-, ¿era para eso?
- Sí, bueno, acá está, toma:
Y comprendí todo. El día anterior Valentina me había dicho que que iba a hacer un dibujo y yo, como decir cualquier cosa, le dije que me gustaría tener un dibujo muy lindo. Sin saberlo, le encomendé una tarea importantísima que le tomó toda la tarde, hasta que se durmió, por eso al despertase hoy, lo primero que hizo fue llamarme.
De modo, pienso, que tenía una buena razón, de modo que era urgente, era importante. Hice bien en ir, pienso. Pienso. Qué afortunado soy.